Hace 36 años, mucho antes de que se lanzaran el iPhone, el iPod o incluso el Mac, Steve Jobs estableció las primeras operaciones de Apple en Europa. Por entonces la empresa ya sabía que para atender a sus clientes europeos necesitaba una base allí. Así, en octubre de 1980, Apple abrió una fábrica en Cork (Irlanda) con 60 empleados.
En aquellos años Cork sufría una alta tasa de desempleo y un volumen de inversiones económicas extremadamente bajo. Sin embargo, la dirección de Apple supo ver un lugar rico en talento, capaz de crecer con la empresa si esta alcanzaba el éxito que esperaba.
Desde entonces hemos continuado trabajando ininterrumpidamente en Cork, incluso en periodos de incertidumbre para nuestra propia compañía, y hoy damos empleo a casi 6.000 personas en toda Irlanda. La inmensa mayoría sigue en Cork, entre ellos algunos de nuestros primeros empleados, cumpliendo las más diversas funciones como parte del proyecto global de Apple. Un sinfín de empresas multinacionales han seguido nuestro ejemplo de invertir en Cork, que hoy disfruta de una economía local más próspera que nunca.
El éxito que ha propulsado el crecimiento de Apple en Cork proviene de unos productos innovadores que entusiasman a nuestros clientes. Este éxito nos ha ayudado a crear y a mantener más de un millón y medio de puestos de trabajo en toda Europa: empleados de Apple, cientos de miles de desarrolladores de apps que dan lo mejor de sí en el App Store, además de otros empleos entre nuestros fabricantes y proveedores. Incontables empresas pequeñas y medianas dependen de Apple, y nos enorgullece que puedan contar con nosotros.
Como ciudadanos y miembros de una empresa responsable, también estamos orgullosos de nuestra aportación a las economías locales de Europa y a comunidades de todo el mundo. Nuestro crecimiento a lo largo de los años nos ha convertido en el mayor contribuyente fiscal de Irlanda, el mayor contribuyente fiscal de Estados Unidos y el mayor contribuyente fiscal del mundo.
Durante todo este tiempo hemos recibido el asesoramiento de las autoridades tributarias irlandesas para cumplir de forma correcta con su normativa fiscal, el mismo tipo de asesoramiento que recibe cualquier otra empresa con presencia en el país. Apple cumple con la ley y pagamos todos los impuestos que debemos, en Irlanda y en todos los países en los que operamos.
La Comisión Europea ha iniciado una campaña para reescribir la historia de Apple en Europa, ignorar las leyes fiscales de Irlanda y de paso cambiar radicalmente el sistema internacional en materia tributaria. La opinión emitida el 30 de agosto alega que Irlanda concedió a Apple un tratamiento fiscal especial. Esta afirmación no tiene fundamento ni en los hechos ni en las leyes. Nunca pedimos y nunca recibimos ningún tipo de tratamiento especial. Ahora nos encontramos en la situación excepcional de que se nos requiera el pago retroactivo de impuestos adicionales a un gobierno que afirma que no le debemos nada más de lo que ya hemos pagado.
El dictamen de la Comisión no tiene precedentes y sus implicaciones son graves y de gran calado. Lo que propone en realidad es sustituir las leyes fiscales irlandesas por otra versión, la que la Comisión opina que debería haber sido. Esto supondría un golpe demoledor para la soberanía de los Estados miembros de la Unión Europea en lo referente a sus propios asuntos fiscales y al principio de la certidumbre del régimen jurídico en Europa. Irlanda ha anunciado que tiene la intención de presentar un recurso contra la decisión de la Comisión y Apple hará lo mismo. Confiamos en que la orden de la Comisión quede sin efecto.
En el fondo, el caso presentado por la Comisión trata no tanto sobre cuánto dinero paga Apple en impuestos, sino sobre qué gobierno recauda ese dinero.
Los impuestos de las empresas multinacionales son una cuestión compleja, pero hay un principio universalmente aceptado: los beneficios de una empresa deben tributar en el país donde crean su valor. Apple, Irlanda y Estados Unidos están de acuerdo en este punto.
En el caso de Apple, casi toda nuestra investigación y desarrollo tiene lugar en California, por lo que la gran mayoría de nuestros beneficios tributan en Estados Unidos. Las empresas europeas que hacen negocios en Estados Unidos pagan impuestos según el mismo criterio. Sin embargo, ahora la Comisión quiere cambiar las reglas de forma retroactiva.
La decisión se centra obviamente en Apple, pero su efecto más profundo y perjudicial se notará en las inversiones y la creación de empleo en Europa. Si la teoría de la Comisión se llevara a la práctica, todas las empresas de Irlanda y del resto de Europa correrían el riesgo de estar sometidas al pago de impuestos dictados por leyes que nunca han existido.
Desde hace mucho tiempo, Apple apoya la reforma del régimen fiscal con un doble objetivo: la simplicidad y la claridad. Creemos que estos cambios deberían surgir de un proceso legislativo apropiado, que tuviera en cuenta en sus propuestas la voz de los líderes y los ciudadanos de los países afectados. Y como con cualquier otra ley, la nueva normativa debería aplicarse en adelante, no de modo retroactivo.
Estamos comprometidos con Irlanda y es nuestra intención seguir invirtiendo allí, creciendo y sirviendo a nuestros clientes con la misma pasión y dedicación de siempre. Creemos firmemente que los hechos y los principios legales sobre los que se fundó la Unión Europea prevalecerán.
Tim Cook
Foto cortesía del Irish Examiner